China al frente del mayor acuerdo comercial de la historia. PRISMA
China al frente del mayor acuerdo comercial de la historia
China demuestra músculo político y con su liderazgo concreta el mayor acuerdo comercial de la historia. Se trata de la Asociación Económica Integral Regional -el RCEP por sus siglas en inglés (Regional Comprehensive Economic Partnership) – un tratado de libre comercio que dará cobertura al mayor volumen de población de la historia, 2.200 millones de personas de Asia y Oceanía, es decir, un 30% de la población total del planeta.
También se queda cerca de ser el que mayor Producto Interno Bruto mundial compromete con un 28%, cifras muy cercanas a las del T-MEC de Estados Unidos, Canadá y México o la propia Unión Europea.
Esta zona asioceánica anticipa -según especialistas del ramo económico- un mayor crecimiento y desarrollo en las próximas décadas, con lo que su relevancia en la geopolítica mundial no parará de crecer. Y no por nada el Estados Unidos de Trump y países de Europa han quedado fuera de este acuerdo.
¿En qué consiste el RCEP? El acuerdo está integrado por China, Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, más los diez países de la ASEAN (Indonesia, Tailandia, Filipinas, entre otros). En un principio se tenía contemplado incluir también India, país que se retiró de último momento por temor a comprometerse a comercializar insumos baratos chinos, no obstante, se deja una cláusula que le permite incorporarse más adelante.
La coalición hará lo suyo por intentar persuadir de vuelta a India, ya que su población de 1,300 millones de habitantes es de lo más atractiva para la prosperidad de las empresas de la zona. Para darnos una idea de lo que estos números representan: en México rondamos los 127 millones de habitantes, es decir, naciones como India y China tienen diez veces la población de nuestro país.
El acuerdo contempla eliminar de facto aranceles de más del 90% de los bienes (principalmente materias primas) entre los miembros, reservando que las partes cuenten con medidas de proteccionismo sobre sus importaciones. Lo que se busca es formalizar las relaciones comerciales ya existentes y contar con suelo parejo en las tasas de aranceles.
Además se establecen reglas, como la uniformización de reglas administrativas, los estándares de calidad de algunas fabricaciones y una tibia mejora en la protección de la propiedad intelectual.
Eso sí, no se dice nada sobre protección ambiental, laboral, sindical o sobre la intervención gubernamental en empresas privadas. Es decir, que pese a ser un mega acuerdo comercial con todas las de la ley -uno que por fin pone en el mismo plano a China, Japón y Corea del Sur- tiene un menor calado transformador de momento. A pesar de todas estas limitaciones, no se niega que se trata de un estrechamiento de lazos histórico para el comercio internacional.
El RCEP fue un proyecto que se ha cocinado a fuego lento, con casi una década de conversaciones entre las partes, pero por fin se han realizado los acuerdos que facilitarán la integración comercial de los países que decidan intensificar su presencia en estos dos continentes por encima de América, lo que acelerará la recuperación económica de toda la región de Asia oriental y Oceanía tras la pandemia.
Es curioso que hay quienes ven en este nuevo acuerdo un mensaje en el que China se autoproclama el nuevo centro de poder geopolítico mundial. Este país está muy cerca de ser la principal potencia mundial.
Recordemos que hace tres años, Donald Trump ordenó la salida de Estados Unidos al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica que apoyó Obama y que tenía unas normas mucho más ambiciosas en multitud de aspectos.
Aquel tratado representaba el 40% de la economía mundial y se quedó navegando sin rumbo, dejando varados a países como Chile, México o Perú. Trump dejó claro que la ruta económica del país a seguir era la del proteccionismo, y estamos por ver si Biden querrá volver a retomarlo.
De lo que hay certeza es que esta decisión de Trump con el TPP y su guerra comercial arancelaria contra China reavivó la llama del RCEP y ahora el titán oriental celebra el relevo a pesar de que actualmente sigan el veto a compañías tecnológicas importantes como Huawei en América.
El prisma dispersa la luz y revela el espectro de matices de la semana
Verde.- Senado de México aprueba despenalización de la marihuana para todos sus usos.
Al cierre del presente Prisma, en un día calificado como «histórico» por los senadores mexicanos, la cámara alta aprobó el jueves la legalización de la marihuana para usos recreativo, científico, médico e industrial, lo que podría crear la industria de cannabis más grande del mundo en un país azotado por la violencia de los cárteles de la droga que trabajan en la ilegalidad.
Ahora, la «Ley general para la regulación del cannabis» debe pasar a la Cámara de Diputados para su revisión y aprobación antes de que finalice la presente legislatura el 15 de diciembre. Cabe señalar que la propuesta es impulsada por la bancada de Morena y sus aliados, quienes cuentan con mayoría en ambas cámaras.
Dicha iniciativa incluye, entre otras cosas, la creación del Instituto Mexicano para la Regulación y Control del Cannabis, un órgano desconcentrado que dependerá de la Secretaría de Salud.
Este nuevo ente emitirá cinco tipos de licencias para controlar algunos de los actos relacionados con el cultivo, transformación, venta, investigación y exportación o importación del cannabis.
En su primer artículo, la norma, aprobada con 82 votos a favor, 18 en contra y siete abstenciones, sostiene que busca «mejorar las condiciones de vida» de los mexicanos y «contribuir a la reducción de la incidencia delictiva vinculada con el narcotráfico».
A raíz de los resultados de las elecciones en Estados Unidos donde el mayor ganador fue precisamente el cannabis con la legalización en muchos estados para fines médicos y recreativos, parece que los legisladores mexicanos ya se tomaron en serio la regulación del uso y el aprovechamiento industrial como lo pidió el Poder Judicial desde hace un año, después de rebasar todos los plazos dados por la Corte.
Lo único que queda sin definir es el tema del uso medicinal, cuya regulación debería ser de mayor relevancia en este momento. Incluso la pandemia evidenció que la salud está por encima de lo económico.
Los legisladores ignoran que cada vez más pacientes recurren a tratarse con cannabis para diferentes padecimientos o para desplazar el consumo de opioides y benzodiacepinas, apoyados en resultados de investigaciones por parte de prestigiosas universidades de ancho y largo de la geografía mundial.
En México tener terapias de cannabis eficaces, seguras y de calidad será muy benéfico para aquellos papás de niños con epilepsia; pacientes con dolor y adictos a sedantes y antidepresivos que han encontrado una alternativa segura en la marihuana.
Por lo pronto estos mexicanos tendrán que seguir importando productos caros o en el mercado negro donde no hay la mínima certeza. Es un riesgo sanitario que a la Cofepris no le ha interesado asumir.
Pero sin duda el mero hecho de que por fin se vislumbre un marco legal regulatorio es más que aplaudible.
En un contexto como el del país, sumido en una guerra de entrada perdida contra el narcotráfico, es sumamente importante abandonar las posiciones moralistas de antaño, respetar a los usuarios y ver por las futuras generaciones para regular un mercado que al ser ilegal permite entre otras cosas que llegue a quien no debe llegar o que criminaliza sectores como el campesino, uno de los principales afectados de la prohibición y el prejuicio.
Levantar la prohibición no significa alentar el consumo. Lo que realmente daña a la sociedad no es el uso del cannabis sino la consecuencia de su prohibición.