No fue Sara a la comparecencia; sus funcionarios sí, pero qué escándalo; descubren “manoteo” en 120 mil multas de tránsito; habrían pagado falso software por 8 MDP; Sebastán y Jardines, amplían tema del drenaje; recuperan la playa de Miramar

Estas líneas…

Agustín Rodríguez L.

GUAYMAS, Son.- Sara Valle no asistió ni justificó ausencia, a la comparecencia de este jueves, donde explicaría más sobre el desorden dejado junto con sus cómplices, en las cuentas municipales.

La señora despedida en 1998 a mitad de su mandato –entonces con el PRD–, no tuvo ganas de repetir su papel de víctima ante lo que considera fuerzas del oscurantismo cuya labor de zapa busca dañar su imagen de lideresa limpia, de luchadora social que dejó un impecable trabajo a favor de la gente.

Que Guaymas esté hundido, destrozado y sucio, quebrada su tesorería gracias a lo cual ella y socios hayan engrosado varias cuentas bancarias, es otra cosa.

Qué bueno que no acudió. Es chocante verla con rostro de víctima con una cantaleta de que todo está bien y nada está mal, sin rubor alguno. Es buena para eso y miente con facilidad pasmosa.

Se le citó a las 12:30, la esperaron hasta la una, no llegó y Carlos Burrola, presidente de la comisión –los “invitados” a declarar dicen que no sirve para nada–, dijo que el proceso seguirá de una u otra manera.

Fiel a lo que le enseña su maestra Sara, la ex directora de Recursos Humanos, Zulma Merlos Coronado, tampoco compareció e igual, se le citará de nuevo y a lo que sigue. Asistieron el ex secretario, Arturo Lomelí; el director de Desarrollo, Víctor Marín; y la tesorera, Célida Botello.

El ex secretario tuvo un desencuentro con el comunicador José Ramírez y se hicieron de palabras. Y lo ocurrido entre las palabras y los hechos, es ya tendencia nacional, junto la intervención conciliatoria de Marín, quien terminó en el suelo y solo la presencia policíaca (Caray, qué pena) puso fin al escándalo de gritos y jaloneos.

Dentro, poco antes estuvo bajo la artillería administrativa –la penal es otra cosa, no se confundan— la ex tesorera Célida Botello. Fue y mostró una autosuficiencia tal, que terminó irritando a regidores y titular, quienes la atajaron más o menos así:

“Queremos dejar en claro que su sugerencia (la hizo reiteradamente en sus “respuestas”) de buscar bien los documentos, no significa que se buscaran mal”.

Hasta entonces, ese tiburón forjado en las mismas prácticas y oficinas similares de Hermosillo y Puerto Peñasco –luego la enviaron sus jefes hermosillenses a practicar sus habilidades en Guaymas–, cesó de pretender engullirse a los acosadores pecesitos.

Los representantes actuales coincidieron, fue arrogante, y concluyeron, se lo dijeron claro, que sus respuestas solo fueron para culpar al trienio previo, cuestionando: “¿Entonces cuál fue su trabajo, qué hizo?, porque sólo ha señalado a su antecesor”.

Ni se diga el choque final, con la prensa, luego de que el señor Burrola le agradeciera el “cambio de actitud, de arrogancia, al de una persona con educación”.

Sí, pues. La señora que habla con potentados capitalinos, cómo podría someterse a “autoridadecitas” como los regidores y la desfasada comisión, como la califican –“ya se les fue el tiempo”, acusan–, por presuntos errores cometidos al integrar expedientes y llamarlos a comparecer.

Si doña Célida tuviese razón, valdría la pena considerar la versión que ronda en pasillos palaciegos, sobre la existencia de un quintacolumna en la administración actual. Estaría emboscado en una oficina cercana a la casa de piedra en cargo oficial de mando medio y habría modificado textos legales para dejar una ventana de escape a quienes están a un paso de la cárcel y no lo saben, o no lo aceptan.

Si esto es circo y la ley los exculpa, lo cierto es que el dinero de los guaymenses durante esos tres años, unos 2 mil 400 millones de pesos, se perdió en su mayor parte y se debe precisar en manos de quién está, para la actual legal correspondiente.

Solo de pasada: el “sarato” cobró multas de tránsito por casi 150 millones de pesos y no hay cuentas claras; y ya brotó lo del software comprado para Catastro, que solo fue una simulación y se utilizó el que ya existía, pero lo habrían sustentado en una factura falsa de un negocio cajemense.

Por eso huyó raudo en cuanto cesó su misión como director de ese negocio, el “Sr, de las Fichas (policíacas)”, Jorge Villa Flores.

SEBASTIÁN Y EL USO DEL AGUA

Me envía la gente de Sebastián Orduño, la foto donde el diputado local por el XIII Distrito posa junto a José Luis Jardines, vocal ejecutivo de la Comisión Estatal del Agua.

Hablaron, me dicen, de su gestión para acelerar acciones y avanzar hacia la salida del criminal problema que nos crearon los anteriores directivos de la CEA, al evadir la obligación de evitar el colapso del organismo y el del sistema de operación de agua y alcantarillado.

De Jardines se habla bien. Que es un técnico reconocido en agua y saneamiento y buen administrador. No lo dibujan como su antecesor, negociante con sus constructoras vía interpósitas personas, a costa de hacernos vivir en una gran laguna de aguas negras. Esperemos que sea historia no vuelva a repetirse.

“LIBERAN” MIRAMAR

La playa de Miramar se fue llenando de vendedores y “alguien” –se ocultó muy bien quién—captaba recursos por cientos de miles de pesos mensuales durante el “sarato”, añadido lo que se captaba por estacionarse al lado.

Algo de ese dinero debió aplicarse en mejoras a la infraestructura en el lugar, pero no fue así y el abandono se reflejó, sobre todo en la hermosa escollera construida por el padrecismo.

Ya la playa está despejada para disfrute de todos, sin que la saturación de carpas lo evite y nadie cobre 200 o 300 pesos la hora por utilizarlas. A ver si se aclara quién hizo “topillo” con ese dinero.