FAOT 2022: una edición atípica y que regresa a sus orígenes
Tras un enero de silencio por la pandemia de Covid-19, la música regresó a los callejones y se esparció por todo largo y ancho de Álamos, Sonora con la edición 37 del Festival Internacional Alfonso Ortiz Tirado (FAOT). Esta edición no estuvo exenta de polémica por el contexto en el que se llevó a cabo: el avance de contagios por la variante omicrón y porque volvió a sus raíces de canto operístico dejando de lado la participación de artistas de la escena popular.
Del pasado 21 al 29 de enero una gran alineación de artistas de todos los géneros musicales se dio cita en el pueblo mágico en un festival muy atípico que cumplió algunas expectativas y dejó deseando en una que otra más.
La decisión de no contar con artistas de la escena popular se dio antes del crecimiento de la variante omicrón. Es decir, la iniciativa no fue meramente para evitar aglomeraciones, más bien responde al tema de austeridad.
Beatriz Aldaco, titular del Instituto Sonorense de Cultura explicaba el pasado noviembre en entrevista para Nuevo Sonora que el FAOT al no tratarse de un evento recaudatorio (donde el instituto o el municipio de Álamos obtengan utilidades a través de venta de boletos) no era necesario promover artistas ya consolidados en el mundo de la publicidad o la escena “pop”.
Que no se presenten artistas del mundo del pop, no significa que se le haya restado nivel al festival; los artistas de canto operístico, piano y cuerdas clásicas, cumplieron con presentaciones del más alto nivel tanto nacional como internacional con propuestas como Fernando de la Mora, Manuel Vera, Ricardo Estrada, por solo mencionar algunos.
Así mismo, las noches en escenarios como el noctambulario o el callejón del templo se llenaron de trova, salsa, jazz y funk. Sin embargo, la decisión de no cumplir con la demanda de artistas pop se vio reflejada en las calles solitarias y la gente preguntando en grupos de whatsapp: “¿quién se presenta hoy para ver si vale la pena echarme la vuelta?”
Actualmente la principal actividad económica de Álamos es el turismo. Desde el inicio del confinamiento las carreteras de acceso al pueblo fueron cerradas, hecho que resintieron los empresarios de la entidad. Eventos como el FAOT representaban el aguinaldo o la salida de la cuesta de enero para centenas de alamenses que viven directa o indirectamente de la afluencia turística.
En un sondeo que realizamos en las calles del pueblo mágico, los comerciantes nos expresaron su sentir coincidiendo en que a pesar de que sus expectativas de asistencia eran bajas por la pandemia, hubo incluso menos gente de lo esperado.
Soy de la idea de que se pudo haber encontrado un punto medio entre la música clásica y el pop, es decir, darle cabida a la presentación de un artista que coquetee sin pecar con la escena popular para la apertura o cierre sin dejar de lado el canto operístico para las noches de gala y los escenarios principales. En los últimos años, es difícil encasillar a la música “pop” en un género pues se ha expandido a otros como el trap, la bachata, el reggaeton e incluso el norteño.
Si bien la entrada a los eventos del festival siempre ha sido libre de cuota, no olvidemos que la llegada de turistas se traduce en consumo y por ende derrama económica para los pequeños y medianos empresarios de la entidad.
Un punto débil de esta edición fue la logística al interior del festival. Que sea un festival austero tampoco significa que deba ser un festival de menor nivel en la organización. El primer día vi cómo un artista de jarabe veracruzano caía de espaldas impactando contra el suelo desde una escalera del escenario que estaba mal colocada, golpe que casi provoca la cancelación de su presentación.
Miembros del staff y artistas se quejaban de que la ubicación del hospedaje, los lugares donde se realizaban las ruedas de prensa, los establecimientos donde les daban la comida y los escenarios de las presentaciones, se encontraban en puntos lejanos entre ellos.
El personal de la organización contaba con un “menú especial” el cual incluía los platillos con menor proporción nutricional; por el lado de la austeridad y evitar derroche y excesos, es una medida congruente, pero desde la perspectiva nutricional son alimentos que no cumplen con el mínimo calórico y protéico para la actividad del día a día en un festival considerando que el staff durante toda una semana de actividad.
Por otra parte, el de seguridad y protección civil obtuvo un saldo blanco, no solo porque fue una edición más tranquila en comparación a las pasadas sino por la existencia de una buena estrategia para salvaguardar la integridad de los asistentes, desplegada desde el primer día de actividades. El personal del Centro de Control, Comando, Comunicación, Cómputo, Coordinación e Inteligencia (C5i), concatenó esfuerzos con la guardia nacional, la policía estatal y municipal y la Coordinación Estatal de Protección Civil. Los asistentes coincidían en que se sentía un ambiente de seguridad.
La noche de gala contó con la presencia del gobernador Alfonso Durazo, Guadalupe Beatriz Aldaco Encinas, Directora del Instituto Sonorenses de Cultura (ISC), Aarón Grageda Bustamante, Secretario de Educación y Cultura y el Alcalde Víctor Balderrama.
Sin duda, se trató de una edición muy atípica y renovada del FAOT. El regreso a su esencia operística le sentó bien, pero la ausencia de artistas populares en la cartelera influyó directamente en la derrama económica del municipio. El primero de la gestión encabezada por Alfonso Durazo y que probablemente veamos mejorado el próximo año. Desde acá esperamos con ansias una próxima edición.