El robo desbocado y las chatarreras según un “caco”; el Acuerdo para la paz también pondría fin a eso; acabar con la corrupción, principal paso; Toño Astiazarán, respuesta correcta; junto con Durazo, lograrán nieve y algo más del presidente
Estas líneas…
Agustín Rodríguez L.
GUAYMAS, Son.- Así narra un vecino de San Vicente un robo que su presencia inhibió, pues hablar de impedirlo sería utópico. El profesional de la exponencialmente multiplicada labor de apropiarse de lo ajeno, volverá cuando no lo vean y terminará su labor.
Vecino: ¿Qué estás haciendo?
El malhechor, con la tranquilidad de la costumbre: “Nada…”.
“Entonces, ¿Por qué estás jaloneando el cerco?”.
Tras la negativa obvia, el malandrín justifica: “es para la chatarrera”.
La observación airada del vecino: “Pero eso no es chatarra”.
La respuesta del caco: “nol´iace… así me lo compran”.
Dice el vecino de la crónica de una práctica consuetudinaria, que llamó a la Policía, pero “ya ves, la Policía nunca viene”.
El cerco es metálico y como tal, se compra en cualquier chatarrera, como con falsa ingenuidad presumió el caco, pero no puede denunciarlas, pues expone su fuente de ingresos y, peor, su integridad ante la reacción de los carteles de la chatarra perfectamente identificados en el registro de inteligencia del comandante Cano Ahuir, y en los archivos secretos de los fantasmales comandantes de la Policía Estatal.
En el pasado había castigo a estos ladrones, extendido al “comprador de chueco” por fomentar el ilícito al pagar por lo robado. Dejar de castigar al patrocinador multiplicó la labor de quienes optan por el camino errado.
Me pregunto si este “pequeño” detalle tiene algo que ver con el anuncio lleno de fanfarrias sobre la firma del “Acuerdo por la Paz” y la instalación del Mando Policial Coordinado, la mañana de miércoles en Hermosillo, tras mucho tiempo frenada esa intención de tener control sobre los agentes de la ley, quienes deben defender a la sociedad combatiendo a los ladrones de chatarra –aunque no lo sea– y a todo aquel que, con miras más altas, daña a la sociedad.
Mi opinión es, que sí. Esto dice el gobernador:
“Inicia un nuevo período en Sonora donde la coordinación, la unión y el trabajo en equipo serán el principal activo de los gobiernos estatal y municipales, para responder a la demanda de paz y tranquilidad de la sociedad sonorense”.
Fue en el marco de la XX Sesión Ordinaria del Consejo Estatal de Seguridad Pública y firmaban el documento de “coordinación”, alcaldes y comisarios de seguridad pública, donde también dijo que “es hora de un cambio de rumbo en materia de seguridad pública”, tema que debe convertirse “en una política de Estado que supere identidades políticas e ideológicas”.
Llamó a la suma de esfuerzos porque solo mediante acuerdos “que involucren a todas las instituciones públicas en la materia y a la población civil lograremos resultados”.
Basta (también, Durazo dixit) de tirarse la bolita y repartir culpas “ante una eventual ausencia de resultados”. Es que, confirma Dolores del Río, titular de Seguridad Pública, Sonora tiene indeseables distinciones: lugar 7 nacional en homicidios dolosos y narcomenudeo; 2 en feminicidios y 16 en violencia familiar, por eso se llamó a los ayuntamientos a combatir esos ilícitos a partir de prevención con personal capacitado, profesionalizándolo y pagándoles bien, para reducirles tentaciones.
La información estatal dice que el Mando Policial Coordinado es la base del “Acuerdo por la Paz” que establece el Gobierno de Sonora, con el compromiso de combatir la corrupción en las instituciones de seguridad. Traducido, es que el Estado participe directamente en el actuar policíaco en cada municipio, para acabar con el desorden cuyo origen es, que nadie se siente obligado a nada ni se hace responsable por omisión o comisión en el delito.
Sí, quieren acabar con ese desorden al cual mucho contribuyen quienes hacen de la ley un comercio lucrativo y se desentienden del enorme daño que provocan a la sociedad.
Se trabaja en la nueva mentalidad, por eso esperemos que logre el gobernador sus metas, y repito su cita: “a través de sumar esfuerzos, mediante acuerdos que involucren a todas las instituciones públicas en la materia y a la población civil”.
TOÑO: BUENA RESPUESTA
El presidente López Obrador es simpático, pero he insistido, no debe exponer su investidura en su afán de preservar esa simpatía.
Contestar como lo hizo a la solicitud del alcalde de Hermosillo, Antonio Astiazarán, divierte, excepto por el drama de fondo: la destrozada infraestructura vial que dejaron los anteriores alcaldes que, en su mayoría, llegaron al cargo colgados del ahora pejepresidente.
Astiazarán escuchó la respuesta coloquial a una petición seria de apoyo, que nunca debió ser así, con un “y, ¿de qué quieres tu nieve?”.
Pero fue. Solo que el dato de 6 mil millones de pesos para recuperar y mejorar la vialidad hermosillense no es del actual alcalde, sino de su antecesora, que dejó la ciudad en crisis.
Astiazarán no subió al ring, tomó rumbo por el lado amable y le dijo al presidente que mande la nieve del sabor que sea, pero que le agregue algo para arreglar el desastre heredado por su correligionaria.
No se enganchó en riñas descontoneras ni abrió debate con el presidente, cuya investidura se debe respetar, aunque, sí, necesitamos que él nos ayude a cumplir dicha premisa.
Además, Alfonso Durazo ha resaltado su visión municipalista y jalar recursos para infraestructura es una de sus prioridades. Y si a eso sumamos el afecto del presidente al gobernador de Sonora, el resultado positivo no tardaría.
AMLO quizá siga haciendo divertidas sus mañaneras y pronto podría salir con un: “Díganle a Astiazarán que sí, que ya le mandé nieve y agregué dinero para ayudar a arreglar la ciudad”.
De eso se trata la política ¿no?