Buenas maneras
Por Alan Castro
El timbre del teléfono irrumpió el pequeño apartamento a las ocho de la noche, ya era un poco tarde para trabajar, pero demasiado temprano para irse a la cama a descansar. Dejó que el teléfono sonará un par de veces y a punto de timbrar por tercera ocasión levantó el auricular, aclaró la garganta rápidamente y contestó.
Era la señora Tere Rios, secretaria y gente de todas las confianzas del licenciado Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien ese mismo día -4 de diciembre de 1988- por la mañana había tomado protesta como nuevo presidente nacional del PRI.
Esa llamada era de esos instantes que sin dimensionarlo en ese momento, terminan definiendo el destino de las personas. El asunto era la invitación de Luis Donaldo Colosio al joven Alfonso Durazo a tomarse un café, por supuesto que aceptó de inmediato.
- En el momento que él disponga, le respondió.
En la mañana del día siguiente, según la hora acordada, Colosio desde el marco de la puerta de su oficina le participó a Alfonso la invitación -del presidente Carlos Salinas- de integrarse al gobierno como Director General del CREA.
Una institución del gobierno federal encargada de la atención a la juventud, donde el joven sonorense había participado los últimos años como director de comunicación social, director de delegaciones y director de organización, por lo cual era el perfil natural para ese cargo.
Desde luego que aceptó la invitación de inmediato y agradeció enormemente a Luis Donaldo, quien evidentemente había sido el principal promotor de la promoción de Alfonso.
- Lo que usted disponga, le respondió.
Después de esa breve pero muy productiva reunión, llegó a casa con el pecho erguido de orgullo por la responsabilidad que tendría en su prometedora carrera política, por supuesto que su alegría la compartió con su esposa y se imaginaban un futuro, el futuro que no fue.
Por la madrugada -a las 4 de la mañana- el teléfono interrumpió el sueño y la calma de la joven familia, preocupados encendieron la lámpara del buró y se incorporaron al borde de la cama, contestó.
Al otro lado de la línea telefónica, Doña Tere Ríos, quien de nueva cuenta le pasaba el recado de la invitación de Luis Donaldo Colosio a tomarse un café, aunque ese café era simplemente una expresión.
- En el momento que él disponga, le respondió.
La cita era a primera hora del día, a las 4:30 am, es decir media hora después de colgar, disculparse con su esposa y encender la luz de la recámara para alistarse rápidamente, aunque el tráfico a esa hora le permitiría llegar justo a tiempo.
El licenciado Colosio de nueva cuenta lo recibió recargado en el marco de la puerta de su oficina, y pese a la hora, ya había una fila de personas que esperaban un café que terminaba siendo un acuerdo de menos de un minuto.
El asunto consternó de momento al joven Alfonso, quien se enteraba que había un cambio de planes ante la inminente desaparición del CREA y la creación de la Comisión Nacional del Deporte, cuya titularidad ya estaba comprometida a otro perfil.
- Lo que usted disponga, le respondió.
Luis Donaldo quitó su mano del marco de la puerta y le dio un par de palmadas en la espalda a Alfonso, bajó la voz pero con mucha claridad le comentó que no se preocupara y levantando el dedo índice de su mano derecha terminó diciéndo que juntos crecerían.
Al día siguiente, a las 4 de la tarde, tomaba protesta como Secretario Particular del licenciado Colosio, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, bajaba su mano derecha después del acto protocolario y saludaba con la misma mano a su jefe.
Disciplinado desde siempre, preguntó si había alguna instrucción especial, no había ninguna por el momento, pero cuando se iba de la oficina de presidencia rumbo a su nuevo despacho -justo en el marco de la puerta- Colosio le dio su única indicación.
- Buenas maneras con todos, todo el tiempo, porque las buenas maneras son muy redituables en política. Alfonso sonrió, y cerró la puerta.
Seis años después -el 23 de marzo de 1994- en Tijuana Baja California el candidato del PRI a la presidencia de la república recibió un par de balazos que acabarían con su vida y la esperanza de millones de mexicanos que veían en Colosio un cambio verdadero en el país.
(Retazo inspirado en el relato del gobernador, Alfonso Durazo Montaño, durante el evento de develación de las letras doradas del mártir, Luis Donaldo Colosio Murrieta, en el muro de honor del pleno del Congreso del Estado de Sonora.)